Partitura
grandiosa, exuberante y monumental los Gurre-Lieder de Arnold Schönberg
(1874-1951) vuelven al Teatro alla Scala después de medio siglo. La única vez que esta extraordinaria obra maestra
se pudo escuchar en la sala del Piermarini fue en 1973 bajo la baqueta de Zubin
Mehta. De compleja realización e interpretada
raramente a causa de las enormes dimensiones del conjunto previsto, los
Gurre-Lieder fueron programados en el teatro milanés en ocasión del 150 aniversario
del nacimiento del compositor. Además de
la Orquesta y el Coro del Teatro alla Scala, estuvo también involucrado el coro
Chor des Bayerischen Rundfunks. Fueron compuestos ente 1900 y 1911 en un
periodo de profundos cambios y renovación de su estilo propio, y su debut tuvo
lugar en la sala Grosser Musikvereinssaal de Viena, en febrero de 1913, con un éxito
triunfal. Aunque el musico vienes poco a poco metió a punto la técnica innovadora
de componer con los doce sonidos (dodecafonía, como el no amaba que fuese
llamada), nunca los negará. Por el contrario, los consideraría un hito fundamental
en la evolución de su propio lenguaje. Utilizando
las palabras del propio Schönberg: "Esta obra es la clave de toda mi
evolución y me hace entender cómo todo en continuación iba a suceder así".
Los Gurre-Lieder son una partitura de claro sello tardo romántico impregnado de
wagnerismo hasta la médula, probablemente el último homenaje a un período de la
historia de la música que entonces se acercaba a su ocaso. ¡Cómo no encontrar
en la leyenda nórdica y muerte entre el rey Waldemar y la delicada Tove, ecos
tristanianos! Pero también Brahms y Mahler fueron modelos para Schönberg, el
cual logró transportar al oyente a un mundo poético naturalístico de belleza interior,
y supo seducir con un uso sapiente de los timbres orquestales. Un manejo virtuosístico de la técnica del
Leitmotiv luego sirve de unión para los diversos episodios vocales que se
suceden intercalados por breves e intensos interludios. En el podio Riccardo Chailly mantuvo con
firmeza y rigor las riendas de la imponente partitura, sin ceder a efectos
decadentes fáciles, exhibiendo una carga dramática explosiva y capturando sobre
todo los aspectos expresionistas de la partitura, partitura que nos sumergió en
una atmósfera nocturna y visionaria. Por tanto, Chailly miró hacia adelante, viendo
lo que habría sido, y esto se notó especialmente en la tercera parte de la
obra, instrumentada por Schönberg tras sus primeras experiencias atonales.
Aquí, el director milanés regaló páginas de rara complejidad y tensión
dramática con extrema lucidez y nitidez. Cada interludio fue cincelado a través
de un análisis meticuloso y refinado. Chailly supo mantener siempre viva la narración,
estimulando, incitando, y exhortando implacablemente a la óptima Orquesta del
Teatro alla Scala. De alto nivel estuvo
el elenco: en el que Andreas Schager personificó a un Waldemar con voz
segura, robusta, y con un squillo fuera de lo común. Probablemente Schager es
el único y verdadero Heldentenor hoy en día.
El tenor alemán superó con aparente simplicidad las dificultades que están
diseminadas en su parte llegando a lo más alto con naturaleza. Camilla Nylund
experta en el canto wagneriano, mostró un hermoso timbre y musicalidad perfeccionando
las preciosas frases musicales confiadas a la dulcísima Tove. Acento esculpido
y perfecta dicción tuvo Okka von der Damerau, quien cantó la pieza más
celebre, Lied der Waldtaube (Canto de la paloma del bosque) con intensidad, emoción
y teatralidad, esa teatralidad de la que efectivamente no careció Michael
Volle, quien también es un celebre interprete wagneriano (y que será Wotan en
el próximo Ring scaligero), interprete que aquí tuvo dos papeles en la tercera
parte de la obra: el campesino y la voz recitante en el episodio en forma de melólogo,
un episodio en el que la recitación toma la forma de una especie de Sprechgesang,
abriéndose así a esas nuevas perspectivas en la relación entre la palabra y la
música que Schönberg supo aprovechar al máximo en los años posteriores. Volle
con su timbre cálido y viril puso en evidencia un canto matizado y
comunicativo. Norbert Ernst se desenvolvió
con agilidad, ligereza y humorismo en la parte del Bufón Klaus. Y aquí, finalmente, el merecido aplauso para Alberto
Malazzi y Peter Dijkstra por haber preparado a sus dos coros, con lo
mejor de sus posibilidades, en páginas muy intricadas y de grande dificultad,
para una velada que será seguramente para recordar.
Opera-Musica Foto: Die Feen - Wagner - Théâtre du Châtelet, Paris - 04/2009(c) Marie-Noëlle Robert.
Wednesday, September 18, 2024
Gurre-Lieder en Milán
Foto: Brescia & Amisano
Massimo Viazzo
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