Fotos: Diego Bianchi per il Teatro di Pisa
Nicola Barsanti
El Teatro Verdi recibió al público con luces tenues, dejando entrever el esquema escénico creado por el director francés Paul-Émile Fourny para la segunda ópera prevista para la temporada 2023-2024: La Rondine de Giacomo Puccini. Una elección teatral muy eficaz que sembró expectación y curiosidad entre la platea y los palcos porque resultaba ser un espectáculo refinado y hecho a medida. El espectador se sumergió en un segundo teatro (sistema de escenario fijo presente en los tres actos), en el que la historia comenzó casi a sugerir la intención principal del compositor, a saber, la de componer una opereta que le encargó en 1914 el Carltheater de Viena, con el que posteriormente disolvió el contrato debido al estallido de la Primera Guerra Mundial, transformándola con libreto de Giuseppe Adami en la ópera actual que hoy conocemos, representada entonces en Montecarlo en 1917. Apreciadas las escenas de Benito Leonori y la evocadora iluminación de Patrick Méeüs, especialmente en el tercer acto; aunque, sin embargo, los vestuarios de Giovanna Fiorentini, lucieron más extravagantes. En cuanto a las voces, destacó sin dudas la Magda de Claudia Pavone, demostrando que posee un refinado instrumento capaz de cuidar cada acento, enriqueciendo la emisión con un excelente legato que da mayor unidad y proyección al canto. Otro estilo vocal interesante fue el de María Laura Iacobellis en el papel de Lisette, quien fue interpretado con una personalidad chispeante, dándole el carácter adecuado al personaje. Incluso el canto siempre estuvo acorde a la pieza, armonizado y bien cuidado. Fue extraña la elección de los dos tenores: Ruggero de Matteo Falcier y Prunier de Vassily Solodkyy, jóvenes artistas que, debido a la similitud tímbrica, impiden que la línea de canto resalte las diferencias cromáticas previstas en la partitura. Pero si el primero es en realidad "un tenore esautorato" sin autoridad, de sus funciones (célebre afirmación del musicólogo Michele Girardi), que sin embargo logró defenderse desde el punto de vista escénico, transmitiendo con buena habilidad teatral la desesperación por el abandono de Magda. El segundo es un tenor lírico ligero que destaca en el canto declamado, dando una prueba más de sus buenas capacidades pianísticas durante la introducción al aria principal de Magda: “Chi il bel dream di Doretta”. Bien también estuvo el Rambaldo de Francesco Verna, caracterizado por una cálida voz de barítono que le permitió optimas intervenciones. El reparto se completó sin grandes dificultades en la vocalidad de los comprimarios como: Giorgio Marcello en el papel de Pèrichaud, Mentore Siesto (Gobin), Tommaso Corvaja (Crébillon), Benedetta Corti (Yvette), Sevilay Bayoz (Bianca) y Michela Maszanti (Suzy ). La orquesta Archè, dirigida de manera óptima por un refinado intérprete pucciniano, tuvó en la batuta del maestro Valerio Galli a un atento intérprete que ya recibió excelentes críticas en la producción de La Rondine en el Teatro del Maggio Musicale Fiorentino en 2017. También estuvo bien el coro, preparado por el maestro Marco Bargagna. El espectáculo finalizó con un prolongado aplauso del público que asistió a esta función.
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