Foto: Cory Weaver
Ramón Jacques
Como último título de la
temporada de su centenario, la Ópera de San Francisco, ofreció el estreno local
de El Último sueño de Frida y Diego,
ópera en dos actos de la compositora Gabriela Lena Frank, con libreto del
dramaturgo cubano Nilo Cruz, cuyo estreno absoluto ocurrió el 29 de octubre del
2022 en el Civic Theatre de San Diego, sede de la compañía de esa ciudad. Además, otro importante teatro californiano,
la Ópera de Los Ángeles, la programó para estrenarla en su escenario en el mes
de noviembre de este mismo año, logrando así que los primeros pasos de esta
obra se lleven a cabo en la Costa Oeste de los Estados Unidos, concretamente en
California que cuenta con una amplia población hispanoparlante. La presencia de Lena Frank y su ópera, se
convirtió en un acontecimiento histórico para San Francisco y para la región,
que poseen una amplia oferta cultura y musical, ya que, además de que la
compositora es oriunda de la ciudad de Berkeley, ubicada a pocos kilómetros de
distancia de San Francisco al otro lado de la bahía, se convirtió en la primera
mujer compositora a la que este importante teatro le comisionó una obra para
ser escenificada en su escenario principal, además de que el Último
sueno de Frida y Diego es la primera ópera compuesta y cantada
completamente en español en la historia de este teatro, de hecho el título de
la obra permaneció siempre como lo tituló su creadora. El marco no podría ser más alentador, ofreciéndose
dentro de una temporada de gran significado y relevancia para este recinto
operístico, que comenzó con el estreno absoluto de Anthony and Cleopatra de
John Adams, compositor con una estrecha relación con este teatro, también
residente de esta región, y que en su acervo cuenta con la ópera-oratorio, con
texto en español, comisionada por el teatro Théâtre du Châtelet de París donde
tuvo su estreno en diciembre del 2000. La realidad es que pocos son los teatros
estadounidenses que se han ocupado por ofrecer óperas en español, a pesar de
honrosas excepciones, como la contribución que en este sentido tuvo el
compositor mexicano Daniel Catán
cuando en 1993 logró convencer a la Ópera de San Diego de escenificar su ópera en
español la Hija de Rappacini, y
convertirse en un pionero de este género, si así se le puede catalogar, lo que
posteriormente generó el interés de la ópera de Houston por comisionarle varias
óperas en español de las cuales surgió la creación de Florencia en el Amazonas, la ópera en español más escenificada en
Estados Unidos, seguida de Il Postino,
comisionada por la Opera de Los Ángeles; y sin olvidar la trilogía de
óperas-mariachi creadas por el compositor Javier Martínez y el libretista
Leonard Foglia, comisionadas por los teatros de Houston y Chicago. Sería un discurso arduo y quizás inapropiado
e innecesario debatir el por qué las óperas en lengua española, salvo
excepciones como las ya señaladas, no se escenifican con mayor frecuencia en
teatros de un país con una enorme población de gente hispanoparlante, lo cierto
es que el público aficionado a este género y que lo tiene arraigado en su
interior continuara asistiendo y consumiendo todo lo que se llame ópera, que es
al final un género perene, incesante y universal, sin importar la lengua en que
sea cantada. El gran acierto de Lena
Frank y Nilo Cruz, fue el haberse enfocado en la figura de dos relevantes, muy
reconocidos y famosos artistas platicos mexicanos en la actualidad (de hecho,
Frida Kahlo es actualmente una especie de admirado mito y figura) creando un
relato ficticio con la fascinación que Kahlo y Rivera sentían por el más allá y
por la festividad, tan mexicana que es el día de los muertos. Como explicó en varias ocasiones la
compositora, la creación de esta obra, su primera y hasta hoy única ópera, resultó
ser un trabajo arduo y largo, ya que que duró alrededor de 15 años hasta poder
ver finalmente su obra sobre un escenario,
pero que sin embargo, ese periodo, la
llevó no solo a fortalecer y forjar una complicidad y una estrecha relación
laboral y creativa con el propio Cruz, sino que la llevó a afinar y a encontrar un
estilo musical y de orquestación propio y a entender mejor la voz, como quedó
plasmado en esta obra, que considero personalmente está destinada a trascender,
porque posee los elementos necesarios para atraer a teatros y orquesta; por su
suntuosa y rica orquestación, en una partitura que incorpora sonidos con
marcada influencia extraída de la música
folclórica mexicana, cabe mención, por ejemplo el constante uso de la marimba y
los alegres metales, que amalgamó con
sonidos clásicos, contemporáneos de buena manufactura creando momentos que
cautivaban, que sorprendían, que atraían y sobre todo por su virtud de manejar y resaltar el aspecto
vocal, el cantable y el coral, con el que dotó a los personajes y al coro.
La sencilla trama ocurre el 2 de noviembre de 1957, en el Día de los Muertos, unos
días antes de la muerte de Diego Rivera, y a tres años de la muerte de Frida Kahlo.
Ese día Diego Rivera visitaba un cementerio, rodeado de gente que acudía a
honrar el espíritu de sus seres queridos y desaparecidos; y es allí donde ante su
soledad Diego le pide a Frida vuelva. Aparece una anciana que vende flore, que
es en realidad la Catrina, guardiana de los muertos. En Mictlan el inframundo azteca, la Catrina
le ordena a Frida que regrese a acompañar a su moribundo marido en su viaje al
final de su vida –aquí se puede distinguir una cierta influencia y similitud
con Orfeo y Euridice, y en la Catrina una cierta aproximación con el
Mefistófeles de Fausto - en el
inframundo Frida conoce al joven Leonardo, un joven actor que, personificando a
Greta Garbo, busca regresar el mundo de los humanos convenciéndola de que ella
también debería hacerlo. La Catrina le autoriza a Frida volver al mundo de los
vivos solo por 24 horas con la condición de de no tocar a los vivos, diciéndole
“Una caricia te puede costar la memoria
de tu dolor” Carente de inspiración Diego se encuentra con Frida en la
Alameda, y es donde ocurre uno de los momentos vocalmente más evocadores de la
obra, donde el propio Diego, sintiendo la proximidad de su muerte se dirige con
Frida a su Casa Azul de Coyoacán. Frida intenta pintar, pero no logra hacerlo
al no encontrar el reflejo de su imagen. Diego la anima a pintar y allí es donde
aparece escénicamente una secuencia bien lograda de pinturas e imagines
realizadas por ella. Con el amanecer, Frida debe volver al inframundo, y Diego
entiende que la única forma que podrá vivir eternamente a su lado es yéndose
también al más allá, que al final logra gracias a la intervención de la Catrina
y del dios Mictlantecuhtli. Un aspecto que ha resaltado el espectáculo además
de la radiante partitura de Lena Frank, fue el equipo de trabajo artístico
mexicano, que ha aportó y potenció la autenticidad de lo que se vio escena con: Lorena Maza (directora escénica), Eloise Kazan (vestuarista), Víctor Zapatero (iluminación), sin
olvidar las sencillas pero brillantes y sugestivas escenografías de Jorge Ballina, como las flores y altares
de muertos en varios niveles en el primer acto, que crearon escenas muy
llamativas; o la casa de Coyoacán con su inconfundible y particular
color azul, y escenas de su interior;
además de los cuadros de Frida,
aquí representados por actores y coristas, con el fuerte impacto que solo Frida
podía plasmar. Vocalmente el elenco se mostró muy sólido con
la presencia de la mezzosoprano argentina Daniela
Mack, quien mostró compenetración con el papel, cantando con brío y su seductora
voz, con la que demostró admirable dicción incluso en el uso de ciertos
modismos mexicanos. Por su parte el
barítono mexicano Alfredo Daza,
personificó un convincente y sufrido Diego Rivera, escénicamente desenvuelto,
seguro y creíble, ataviado con su inconfundible overol de mezclilla. Vocalmente resolvió muy bien el papel, posee
una voz redonda que ha adquirido mucho cuerpo, y que es además amplia y sabe
modular y enunciar con elegancia, derrochando la experiencia y las tablas que
ha adquirido en su larga y exitosa carrera.
El contratenor Jake Ingbar aportó
el toque cómico, lúdico necesario en escena, con buen desempeño y vocalidad, y
en su caracterización como Greta Garbo. Por su parte la soprano chilena Yaritza Veliz personificó a una
enérgica Catrina, nunca sobre actuada, con vestuario y maquillaje que fue un
deleite apreciar, además de una amplia y robusta voz de soprano, segura en los
registros y en el fraseo. Meritorio fue el desempeño de los aldeanos como del
tenor Moisés Salazar, el barítono John Fulton y el bajo Ricardo Lugo. Una mención merece
también la soprano MIkayla Sager, y
las mezzosopranos Nikola Printz y Gabrielle Beteag, quienes en escena
dieron vida a los personajes e imagines extraídas de de las más conocidas pinturas
de Frida Kahlo; así como la brillantez en el canto de la mezzosoprano Whitney Steele quien dio vida al papel
de Guadalupe Ponti. En el podio, el director mexicano Roberto Kalb, ofreció una lectura detallada, llena de poesía e
imaginación, con atención al detalle, matizando los colores de la partitura y
sobretodo haciendo resaltar los sonidos folclóricos mexicanos que ofrece la
partitura. La orquesta a su cargo tocó
con magia, libertad y gozo. El coro, dirigido por su titular John Keene no solo se mostró
participativo en cada escena en la que tuvo actuar y participar si no que
agradó por el preciso y seguramente arduo trabajo que debieron realizar sus
miembros para pronunciar y sonar lo más natural posible en su canto y dicción
en español. Para finalizar, cabe debe
mencionar que la vida Diego Rivera y Frida Kahlo estuvo también ligada a la
ciudad San Francisco donde habitaron durante varios meses teniendo un estudio,
entre noviembre de 1930 y mayo de 1930, periodo en el cual Rivero realizó tres
murales, y Frida Kahlo diversos cuadros. Posteriormente y estando recientemente
divorciados, ambos regresaron a la ciudad en 1940, completando Rivero un mural
más y Kahlo diversas pinturas. Lo curioso es que ambos artistas decidieron
casarse de nueva cuenta y la ceremonia civil se llevó a cabo el 8 de noviembre
de 1940 en el Ayuntamiento (San Francisco City Hall) el edificio que está cruzando la calle, y a
pocos metros del teatro War Memorial Opera House, donde casi ochenta y tres
años después fueron los protagonistas de una ópera creada en memoria suya, en
la seguramente ha sido la temporada más importante del segundo teatro en
importancia y nivel en Estados Unidos.
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